Boca River Foto Marcelo Carroll Boca – River.Foto:Marcelo CarrollBoca – River.Foto:Marcelo Carroll

El Xeneize se impuso con autoridad en la Bombonera, aseguró su lugar en la Copa 2026 y complicó el futuro del equipo de Gallardo, que se quedó sin respuestas y bajo una fuerte presión.

Boca volvió a ser Boca en una tarde redonda. Con una Bombonera en ebullición, el equipo de Claudio Úbeda venció con claridad a River por 2 a 0, selló su clasificación a la Copa Libertadores 2026 y dejó a su eterno rival tambaleando, sin reacción y envuelto en cuestionamientos.

El Superclásico no solo significó tres puntos. Fue una revancha emocional, una especie de ajuste de cuentas con los años de frustraciones y silencios. La hinchada lo entendió así: el canto burlón de “Muñeeeco, Muñeeeco” acompañó la retirada de un Gallardo visiblemente golpeado, símbolo de un ciclo que parece llegar a su fin.

Dos golpes y fiesta en la Bombonera

Boca no necesitó golear: le bastaron dos estiletazos para liquidar el partido y dejar a River sin aire. El primero llegó tras un pelotazo largo de Costas que Giménez bajó con oficio para habilitar al Changuito Zeballos, quien definió de rebote ante Armani. El VAR revisó la jugada por una posible falta de Milton sobre Díaz, pero el tanto fue convalidado y el estadio explotó.

River, que había arrancado con línea de cinco, intentó reaccionar con el ingreso de Juanfer Quintero, pero el plan se desmoronó en segundos. Una corrida imparable de Zeballos desnudó las grietas defensivas y le sirvió el segundo gol a Merentiel, que solo tuvo que empujarla para desatar la locura xeneize.

Boca sólido, River sin rumbo

El equipo de Úbeda mostró solidez, carácter y una idea clara. Supo administrar el partido, presionar cuando debía y refugiarse cuando convenía. River, en cambio, fue un cúmulo de confusión: cambió esquemas, se desordenó y nunca encontró la pelota ni el alma.

Gallardo, cuestionado y sin respuestas, probó variantes sin éxito. De la línea de cinco pasó a un sistema improvisado con un solo mediocampista de contención. El resultado fue un equipo descompensado, vulnerable y sin identidad, que terminó escuchando los “olé” que bajaban desde las tribunas.

Una Bombonera en euforia

El final fue una fiesta. Boca volvió a celebrar un triunfo grande, de esos que dejan marca. No solo ganó el clásico: recuperó confianza, aseguró su lugar en la Libertadores y hundió a su rival directo en una crisis profunda.

Para los hinchas, no fue una victoria más. Fue el desahogo de años difíciles, una tarde que quedará en la memoria azul y oro.