Hacia fin de año 7 de cada 10 billetes emitidos en 2023 serán importados. La producción del 30% restante se hace entre Retiro y Don Torcuato e involucra a centenares de trabajadores que cuidan al extremo cada paso.

a Argentina no tiene moneda, pero tiene casi 8600 millones de unidades de billetes que circulan por todo el país. Son casi 190 unidades por cada habitante, un número enorme si se lo compara con las 35 unidades por persona en Brasil; las 53 en Uruguay y las 65 en la Unión Europa, por citar algunos ejemplos.

Gran parte de esa gigante masa de dinero se fabrica en solamente dos plantas de Casa de Moneda; otra, se importa desde destinos como Brasil o España, porque la capacidad instalada no da abasto.

La gran máquina de hacer billetes en la Argentina tiene dos sedes, y TN las recorrió con un grupo reducido de periodistas. Fueron visitas con varias medidas de seguridad en las que no se permitió tomar fotos ni videos.

Una de las sedes está en Don Torcuato y la otra, en Retiro. La primera fue durante años la sede de Ciccone Calcográfica, protagonista tiempo más tarde del escándalo que involucró al exvicepresidente Amado Boudou. Allí se encuentra el tesoro más seguro del país, conformado por una bóveda antisísmica que hoy utiliza también el Banco Central para guardar billetes.

La sede en ciudad de Buenos Aires se inauguró en la década del ‘40 en terrenos cercanos a la estación Retiro. En ese lugar funcionan el centro de destrucción autorizado y las oficinas de los diseñadores, un equipo que se encarga de dotar a los billetes de su estética, pero también de hacerlos seguros e infalsificables.

Cómo se fabrican los billetes, paso por paso

Todo comienza con una decisión de política monetaria. La institución no tiene autonomía total, sino que responde a las necesidades del Banco Central. Para explicarlo de manera simple: el BCRA es quien controla la emisión y la cantidad de dinero, es decir, toda la base monetaria, y la Casa de Moneda es, de alguna manera, la “impresora” que ejecuta órdenes.

Una vez que se define una nueva familia de billetes, el BCRA y la Casa de Moneda se ponen de acuerdo en el diseño. Para eso trabaja un equipo de 16 personas formadas en escuelas técnicas y de bellas artes. Diseñadores, escultores y grabadores, todos formados en habilidades especiales y seguridad que se necesita para crear algo tan particular como los billetes.

Reciben las especificaciones técnicas y se ponen a trabajar. Para eso utilizan programas al estilo Photoshop que los ayudan a crear un trazo especial para definir las figuras. Si uno mira con lupa los billetes de San Martín, por ejemplo, descubrirá un diseño de puntos y líneas. También verá microletras con las iniciales del prócer en el fondo naranja. Esos diseños enrevesados, junto con otras medidas de seguridad como tintas de variabilidad óptica o las imágenes latentes, son las que hacen difícil que se falsifiquen las unidades.

El diseño de billetes es un trabajo que puede llevar varias semanas. Para el último billete de San Martín ($1000) que ganó premios internacionales, incluso hubo una instancia en la que instituciones sanmartinianas revisaron la imagen para detectar inconsistencias históricas.

Una vez completados los diseños, pasan a la planta de producción. Allí se van completando en capas con ayuda de máquinas alemanas y una tinta especial (intaglio) que genera relieve en el papel. Todo se hace en hojas codificadas que pasan por un control de calidad con un sistema llamado Parvis, que permite cierto margen de error, pero envía a destrucción automática los que no resultan del todo bien.

Desde allí, están listos para salir a la calle, pero todavía no son billetes: se convierten en billetes cuando el Banco Central los recibe y los pone en circulación. Hasta entonces son “especies valoradas”. Si una persona robara en ese momento los papeles, conseguiría utilizarlos siempre y cuando no los pase por un cajero, que detectaría que no son unidades en circulación. Para que comiencen a circular, hay dos opciones: o van al BCRA o, como la autoridad monetaria tiene un depósito propio en Casa de Moneda, hay entidades financieras que pueden conseguir directamente las unidades allí.

Este sería el fin de la descripción de cómo se “hacen” los billetes si la Argentina tuviera denominaciones más aptas para este nivel de inflación -que ya deberían superar los $10 mil, según los cálculos de economistas-.

Como eso no pasa, hacia fin de año 7 de cada 10 billetes emitidos en 2023 serán importados. En ese caso, se contratan a China, Brasil o España y se reciben en vuelos que siempre cambian horarios y escalas, para extremar medidas de seguridad. Históricamente la relación era inversa: el 70% de la producción era nacional. Pero la inflación no solo pulverizó el poder adquisitivo, sino también la capacidad productiva de Casa de Moneda.